domingo, 2 de septiembre de 2012

Bienvenido, como siempre.

Hola, otro año más estás aquí, nos volvimos a encontrar. 

Has vuelto a sembrar el caos. Acabas de llegar y todo el mundo habla de ti. No sé por qué la gente te aprecia tan poco, a mí me gustas. No te preocupes, yo sé quererte. 

Cada año me sorprendes más, pero en ciertos aspectos, nunca cambias.
Ya hay menos luz de lo habitual, y  atardeces más temprano.  Te llevas el calor asfixiante y dejas las tardes con la temperatura justa para pedirte la chaqueta. 
Cambias el helado que congela los dientes por el café que me quema la lengua. 
Los parques se quedan vacíos de niños, de palas y de pelotas, para dar cobijo a los más enamorados.
El cielo cambia de color y compañía; su azul se vee inundado por pájaros que buscan lugares menos fríos, y las cometas se recogen para hibernar. 
Ya no hay terrazas ni gotas que recorran vasos de refrescos.

¿Y aún crees que son pocos cambios?

Mis manos vuelven a congelarse para poder guardarlas en tus bolsillos, o en tu espalda, y mi piel se pone de gallina con más facilidad. Los labios se cortan sin querer, y todo empieza a reclamar el calor que antes tenía de más. 
Dormir solo con una camiseta empieza a ser insuficiente, y las sábanas ya no  son un estorbo.
Recupero la noción del tiempo. Las tardes de domingo reaparecen y con ellas, todas sus consecuencias. Traes el orden a mi cabeza, cambias los hielos por los libros, las pajitas por los bolígrafos y recuperas a todos aquellos que habían desaparecido, o lo intentas.


Tienes el poder de arreglar lo que se rompió en los meses que ardían. Ofreces segundas, o terceras oportunidades. 
Las marcas del sol en la piel comienzan a borrarse, y con ellas, las quemaduras del verano también se curan, igual que los recuerdos malos, y buenos; es como empezar de cero, a mitad de una estación. 


Me prometes no contar a nadie lo que veas cuando las tardes oscurecen, es nuestro secreto. 
Los abrazos recuperan su sabor, y no hay brazos vagabundos sin ser correspondidos. Volvemos a sacar los calcetines, cogemos las chaquetas y las niñas dejan de enseñar las rodillas bajo sus faldas. 

Muchos no te quieren porque no saben todo lo que significas, todo lo importante que puedes llegar a ser, pero como siempre, yo me he fijado en ti, por tener todo lo que nadie sabe apreciar, todo lo que quiero.

Como siempre, bienvenido, Septiembre.